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- Ana Prata
En sus obras recientes, la pintora de origen brasileño Ana Prata ha explorado libremente las posibilidades formales, narrativas y técnicas en el campo de la pintura. Con ingenio y espíritu crítico, sus intensas experimentaciones en el paisaje, el retrato, la abstracción y la naturaleza muerta manifiestan su amplia imaginación y buen humor. La artista explora una variedad de tratamientos de la superficie pictórica, con franqueza y elocuencia. Es una producción guiada por las variaciones que inevitablemente emanan de su método abierto.
Las referencias de Prata son siempre oblicuas y elaboradas a través de distorsiones de escala y forma, sin dejar de ser reconocibles, y su espontaneidad en el manejo de colores, formas, texturas y materiales comunica una actitud irreverente. Las referencias a un repertorio formal modernista, constructivista y naíf y a una extensa tradición pictórica, tanto brasileña como mundial, están presentes en todas partes. Pero la artista hace uso de estos repertorios históricos de formas y gestos sin ninguna reverencia ante nombres o estilos. El encuentro se produce a partir de una intensa y minuciosa observación de las geometrías de Alfredo Volpi, los paisajes geométricos de Tarsila do Amaral, los modestos objetos cotidianos de las naturalezas muertas de Giorgio Morandi y las figuraciones de la última etapa de Paul Klee. También destacan los ecos del cubismo, el arte popular y los artistas del Museu de Imagens do Inconsciente de Río de Janeiro. (Fundado en 1952 por la psiquiatra brasileña Nise da Silveira, este museo era un centro de investigación y almacén de pinturas, dibujos y esculturas de pacientes psiquiátricos).
El vocabulario pictórico de Prata está hecho con una insubordinación deliberada al virtuosismo técnico o a la jerarquía de valores de la historia del arte europeo. De hecho, está marcado por una actitud punk y transgresora que la artista relaciona con su biografía: «Tuve una banda de punk feminista cuando era adolescente. Hoy me siento muy orgullosa de ello, pero nunca pensé en ello a la hora de pintar. El punk me parece súper seductor; es algo que tiene mucha energía, [es] antisistema… Creo que mi pintura expresa una cierta urgencia».
La importancia del acto pictórico y de la pintura entendida como objeto, caracterizada por un énfasis en la materialidad, sin dejar de lado las cuestiones tonales y cromáticas, fue una lección aprendida durante los años de formación de Prata, cuando descubrió a los pintores de la Geração 80 (Generación 80) en Brasil, como Rodrigo Andrade y Fabio Miguez. A través de estos artistas, Prata conoció a pintores de su propia generación, como Bruno Dunley, Lucas Arruda, Marina Rheingantz y Rodrigo Bivar, que tienen en común una práctica desvinculada de las codificaciones formales.
Desde 2019 Prata se ha dedicado a pintar bodegones, un género que tradicionalmente trafica con la muerte y lo efímero, pero que aquí la artista anima con movimiento y ligereza. Esta serie de obras presenta intensos contrastes logrados a través de la experimentación, por ejemplo, diferentes tratamientos pictóricos de las superficies, elementos de escala absurda, colores vibrantes y diversidad de texturas. Todo ello confluye en un estilo de pintura denso, meticuloso y excesivo, con mucha superposición de elementos gráficos, motivos y estampados fácilmente reconocibles que recuerdan a paños de cocina, manteles y mantas de picnic.
Prata se inspira intensamente en el entorno que ha construido a su alrededor dentro de su estudio, un lugar guiado por la convivencia con los objetos y con sus pinturas. El lugar es un microcosmos que permite escapar de la vida ordinaria y mantiene la realidad en suspensión, precisamente para lanzar una nueva mirada sobre ella y hacer más visibles las cosas cotidianas. La artista comenta: «En cuanto a mi método, siempre necesito ir al estudio. Últimamente he estado trabajando en varias obras al mismo tiempo, de forma más fragmentada, y ha sido muy bueno. […] Por eso siempre necesito ir allí, porque tengo varias cosas en marcha, es un flujo que nunca termina. Las cosas que suceden al mismo tiempo me ponen en un estado lleno de posibilidades. […] No me canso de las obras, siempre parecen novedades por el hecho de que haya tantas». En este método de creación, abierto a las posibilidades y al desorden, sus pinturas generan otras pinturas que se contaminan entre sí. Por ejemplo, la artista comenta que durante la producción del núcleo del bodegón, fue posible acceder a sus recuerdos de infancia en los que jugaba con muñecas y objetos domésticos. Estos recuerdos no dan lugar a un propósito para la obra, sino que cargan los cuadros de experiencias y memoria, indicadores tanto de ambigüedad como de un orden sensible e imaginativo.
Cristiano Raimondi
La versión completa de este texto se publicó originalmente en inglés bajo el título “A Flow between Intimacy, References and Layers of Paint: Ana Prata” en Mousse Magazine, Número 80, Verano 2022, pp.238-243
Ana Prata (1980, Sete Lagoas) vive y trabaja en São Paulo. Desarrolla una investigación enraizada en la práctica de la pintura y fundamentada en la experimentación. Su obra posee una ambigüedad latente, que puede transitar entre el humor, la interioridad, el espíritu crítico y la valoración de la superficie pictórica.
Entre las exposiciones individuales recientes se encuentran A vida das coisas, SESC Pompéia, São Paulo (2022); Olho nu, Galería Millan, São Paulo (2021); The life of things, Tobias Mueller Modern Art, Zúrich (2020); Ritual de lo habitual, Galería Travesía Cuatro, Madrid (2020); Ofrenda, Travesía Cuatro, Guadalajara (2020) y e também o elevador, o vulcão e o jantar, Instituto Tomie Ohtake, São Paulo (2012). Entre las diversas exposiciones colectivas, destaca su participación en la 33ª Bienal de São Paulo, Afinidades Afetivas (2018).