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- Eleonore Koch
Eleonore Koch nació el 2 de abril de 1926 en Berlín, en el seno de una familia judía. En 1936, huyendo de la persecución, se trasladó a Brasil, instalándose en São Paulo acompañada de su madre, la psicoanalista Adelheid Koch, su padre, el abogado Ernest Koch, y su hermana Esther. En 1943, con el apoyo de sus padres, Koch se matriculó en clases particulares de dibujo con la pintora informal rumano-brasileña Yolanda Mohalyi (1909-1978), y de escultura con Elisabeth Nobiling (1902-1975).
En los primeros años de su formación artística, Koch se interesó principalmente por la escultura y, en 1948, presentó una de sus obras en la primera exposición colectiva en la que participó. Aunque más tarde dejaría de trabajar con este medio, su formación influye sin duda en su obra pictórica. Esta última muestra una minuciosa atención a la formalización de objetos cotidianos (mesas, sillas, relojes, macetas y cartas) y detalles arquitectónicos, así como un diligente cuidado por la disposición y la composición. Seis años más tarde, después de la Segunda Guerra Mundial, Koch viajó a París para estudiar escultura con Robert Coutin (1891-1965) y pintura con el artista húngaro Árpád Szenes (1897-1985), que también vivió en Brasil entre 1940 y 1947, tras huir de la guerra. Koch vivió en París hasta 1952, donde conoció a artistas brasileños afines al concretismo, como Geraldo de Barros (1923-1998) y Lygia Clark (1920-1988), que también había estudiado pintura con Szenes.
Tras su regreso a Brasil, en 1953, Koch ya se centraba en pintar y dibujar espacios interiores y naturalezas muertas. Durante ese periodo, no pudo vivir de la venta de sus obras y trabajó, entre otras ocupaciones, como ayudante de escenografía en obras de teatro y en una cadena de televisión local. En 1953 se produjeron dos acontecimientos importantes en su vida: conoció al psicoanalista, coleccionista y crítico de arte Theon Spanudis (1915-1986) y, a través de él, consiguió ser durante tres años alumna de Alfredo Volpi (1896-1988), con quien aprendió la técnica del temple. Con Volpi, Lore Koch aprendió también lo que él consideraba la tarea fundamental del pintor, que era “resolver el lienzo”. En el taller de Volpi, Koch se acercó a la vanguardia concreta brasileña, para la que Volpi era una figura central. Sin embargo, Koch insistió en trabajar con pintura figurativa en un periodo en el que la abstracción geométrica predominaba en Brasil. También insistió en un enfoque expresivo y vibrante del color e invirtió en la densa materialidad del pigmento conseguida mediante el uso de la técnica de la témpera. No obstante, sus obras se hacen eco del contacto con el concretismo brasileño en algunos puntos esenciales: la relación entre figura y fondo; el juego entre línea y color; la rigurosa estructuración de la composición, generalmente horizontal. La propia artista declaró en una entrevista que “aunque no puedo renunciar al objeto en mi pintura y, por tanto, no formo parte del movimiento concreto propiamente dicho, puedo decir que los problemas planteados por este movimiento y las obras que resultan de él me fascinan enormemente”.
Los lienzos de Lore Koch son derivaciones rigurosas de un trabajo de composición y estructuración formal cuyos orígenes se encuentran en el largo y meditativo proceso de creación que siguió mediante el uso de diferentes ejercicios. Los dibujos al carboncillo de espacios interiores y bodegones presentan una perspectiva expresiva, en la que pueden coexistir planos frontales, diagonales y verticales. Son estudios preparatorios para los coexistir planos frontales, diagonales y verticales. Son estudios preparatorios para cuadros,
en los que ya se aprecia el aislamiento de los objetos, los amplios espacios vacíos y la función estructuradora de la línea; en los lienzos, Koch añade un colorido que dota a los espacios interiores de una atmósfera melancólica y psicológica que los hace densos y algo austeros, pero no confesionales ni sentimentalistas. Ante la dificultad de mantenerse con la pintura en São Paulo, Lore Koch decide trasladarse a Río de Janeiro en 1960. Este movimiento marca un nuevo momento en su producción. Aunque siguió pintando bodegones y espacios interiores, se abrió al paisaje, donde empezaron a aparecer los primeros elementos arquitectónicos aislados, como arcos.
En 1968, Koch recibió una oferta para trabajar en la Redmark Gallery de Londres, donde se mudó con decisión, ante la posibilidad de ganarse la vida con la pintura, algo que no había podido hacer en Brasil. Su estancia en Londres marcó un periodo de profundización y perfeccionamiento en la obra de la artista. En la serie de cuadros dedicados a los parques, que comenzó en Regent’s Park, utiliza la fotografía para probar perspectivas y aislar detalles ornamentales. En estos jardines, lo que le llama la atención son los ornamentos: ánforas sobre bases, arcos, estatuas y columnas.
Posteriormente, los elementos son plasmados en dibujos a carboncillo sobre papel en los que la artista depura los objetos, simplifica los planos y altera el espacio circundante. En algunos casos, también realizaría un trabajo de collage en el que el colorido se ensaya y analiza en detalle. Los paisajes, a veces escenográficos y teatrales, manifiestan una observación resumida del mundo exterior que depura sus elementos mediante un método racional. Pero no se trata de un espacio pictórico racionalista, pues Koch atribuye una atmósfera psicológica que emana del meticuloso coloreado. Asimismo, estos paisajes recuerdan la atmósfera de películas como El año pasado en Marienbad.
Al principio de su carrera, Koch fue ayudante de escenografía, además de guardar, desde 1948 hasta el final de su vida, carpetas con recortes y notas sobre las películas que veía -entre ellas, la ya mencionada de Alain Resnais-. En 1989 regresó a Brasil y un año después viajó a Estados Unidos, lo que dio lugar a una serie de pinturas sobre el desierto de Arizona. Estas obras ponen de relieve las transformaciones de los paisajes conseguidas a través de las diferentes disposiciones del color.
A lo largo de sus viajes, Koch siguió produciendo pinturas de espacios interiores, naturalezas muertas y paisajes que manifiestan la continua profundización de su investigación artística. Las obras seleccionadas que se presentan en esta exposición son amplias y abarcan las distintas fases de la trayectoria artística de Eleonore Koch, desde los años sesenta hasta mediados de los noventa. Los diversos métodos que utiliza para preparar la composición, así como la confección de sus lienzos, comunican un trabajo racional meticuloso y disciplinado. “Si bien es esencial conservar ciertos elementos de la vista, al mismo tiempo quiero alterarla”, escribe Koch. Sus obras exigen que nos detengamos en ellas para captar la densa estructuración espacial que se realiza con pocos y sencillos elementos, sugiriendo innumerables relaciones formales y cromáticas entre ellos, al tiempo que están envueltas en una atmósfera emocional austera y melancólica.
Cristiano Raimondi y Daniel Donato Ribeiro
Esta exposición ha sido organizada por Travesía Cuatro en colaboración con Almeida & Dale.