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Madrid, España
Breve historia del tiempo
18 sep 2008 - 20 oct 2008
Vista parcial de la exposición
Vista parcial de la exposición
Vista parcial de la exposición

2008

Breve historia del tiempo

2008

Entre la vida y la muerte. Color.

2008.
C-Print.
170 x 120 cm.

Breve Historia del Tiempo (Maqueta)

2008.
Acrílico sobre madera, resina.
70 x 181 x 131 cm.

Breve Historia del Tiempo

2008

Travesía Cuatro presenta la primera exposición individual en la galería del artista mexicano Gonzalo Lebrija (Ciudad de Mexico, 1972), BREVE HISTORIA DEL TIEMPO.
Desde que el “Manifiesto futurista” (1909) expresase su admiración por la belleza del automóvil de carreras frente a la belleza clásica de la Victoria de Samotracia, todo el arte contemporáneo se llenó de una especie de fascinación por el maquinismo en general y por el automovilismo en particular. Se cuenta que, en el Salón de la locomoción aérea de 1912, al que asistió Marcel Duchamp en compañía de Fernand Léger y de Constantin Brancusi, Duchamp afirmó por primera vez aquello de que la pintura había terminado. A pesar de ello, el maquinismo determinó toda la producción posterior de Léger, quien empezó a pintar desde entonces hombres-máquina y máquinas humanizadas. Y el propio Duchamp, a raíz de un viaje en automóvil con Apollinaire y con Francis Picabia en 1912, también comenzó a pintar sus “máquinas solteras”, que no eran sino dibujos técnicos de diferentes motores. Y a pesar de que criticó al futurismo como “el impresionismo del mundo mecánico”, su trabajo siempre permaneció fascinado por la imagen de este mecanicismo, hasta el punto de que, todavía en 1958 declaraba del propio Gran Vidrio, su obra fundamental que no era sino “el capot del automóvil, lo que recubre el motor”.

A partir de entonces el arte contemporáneo se aprestó a sustituir los viejos instrumentos del arte por los nuevos instrumentos de la técnica y de la industria. Se cambió directamente la paleta y el pincel de la pintura por el automóvil deportivo o por la motocicleta.
Gonzalo Lebrija no ha hecho sino tomarse en serio esta tradición maquinista y automovilista del arte contemporáneo para servirse de los coches y de las motocicletas como si se tratase de sus paletas o de sus pinceles. Entre 1999 y 2001 fue utilizando la superficie brillante y pulida de distintos automóviles para fotografiar sobre ellos los paisajes que se reflejaban. En 2001 se sirvió de una motocicleta para escribir un libro de una sola línea a lo largo de todas sus páginas. En 2006 introdujo un Ferrari en la capilla neoclásica del Hospicio Cabañas, en Guadalajara (Jalisco) para fotografiar sobre él el reflejo de los frescos pintados en sus cúpulas por el muralista mexicano José Clemente Orozco. Ese mismo año realizó un viaje en motocicleta, desde Baja California hasta el D. F., a bordo de una BMW R75/5, conocida como “tostadora” por la forma de su depósito cromado, fotografiando igualmente sobre su impecable reflejo el inquietante paisaje del desierto californiano.
Por eso ahora Gonzalo Lebrija se sirve una vez más del automóvil para crear con él no sólo una mera reflexión del mundo circundante, sino más bien una meditación existencial acerca de la fugacidad de la vida. En Breve historia del tiempo construye un dispositivo en el que la técnica y la mecánica irrumpen, bajo la forma de un automóvil proveniente de lo alto, como caído del cielo, en la apacible imagen de una naturaleza serena e inmaculada. Con ello parece como si Dios mismo dejase caer sobre el mundo el dominio terrible de la técnica. Como si, con ese gesto, introdujese el tiempo. Por eso Gonzalo Lebrija descompone esta secuencia en cada uno de sus fotogramas, como si se tratase del instante mismo de la creación pura o, mejor, de la pura creación. Una nueva figura de la creación que, en vez de bajo la apariencia de un hombre hecho de barro, se presentase esta vez bajo la forma de un automóvil caído del cielo. Como una nueva Capilla Sixtina, en la que la mano de Dios acercándose a la mano de Adán, se viese sustituida esta vez por el automóvil irrumpiendo desde lo alto entre las aguas. En Entre la vida y la muerte, la misma imagen cobra ahora la apariencia de una escultura prodigiosa, un automóvil, que se yergue verticalmente sobre las aguas, como una especie de instante detenido, en la que se evocan también momentos prodigiosos. “La tierra estaba desordenada y vacía –dice el libro del Génesis–, las tinieblas estaban sobre la faz del abismo y el espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”. Gonzalo Lebrija se toma esta imagen como un instante detenido “entre la vida y la muerte”, jugando explicitamente con el límite que el automóvil está a punto de traspasar. Pero, al detener el instante bello, cierra con ello también el pacto fáustico (“Verweile doch, du bist so schön!”) por el que la modernidad se condena.

Miguel Cereceda
Septiembre 2008