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Donna Huanca
En los últimos años, la obra de Donna Huanca ha destacado por su entendimiento del cuerpo y de la piel en particular, como un territorio en el que la superficie y la materia conversan con la arquitectura, el espacio y el mundo. A través de pinturas, esculturas y performances, la artista crea escenarios inquietantes futurísticos y prehistóricos en los que la identidad se desmiembra en una suerte de producción de sabiduría esquizofrénica y dinámica. En sus performances, sus colaboradores regulares desarrollan una serie de acciones, produciendo coreografías pausadas que evocan rituales privados y meditaciones en el espacio, enfrentando al espectador a un escenario que es incómodo a la par que sugestivo.
Sus performances generan un espacio en el que cuerpos, materiales y formas se juntan para establecer una arquitectura de la presencia. Los títulos de las obras, a través de las cuales la materia emerge como algo entre lo natural y lo artificial, y en las que predomina el azul sobre tonos de piel y colores terrenales, aluden a distintos tipos de rocas, minerales y procesos naturales. Las esculturas totémicas, por otro lado, combinan una variedad de materiales que se relacionan con el cuerpo y que destacan por sus cualidades táctiles, como ropa, piel, impresiones de silicona, tejidos naturales y sintéticos u objetos culturales re-contextualizados. Los cuerpos de los colaboradores están pintados de arriba abajo, simulando figuras a medio camino entre un chamán y un juerguista del futuro. Moviéndose a través del espacio en un trance, siguiendo una coreografía gélida, intercambian posiciones, suben y bajan escaleras y soportes repartidos por la galería, y entablan diálogos sin palabras con las pinturas y esculturas.
La obra de Huanca cuestiona los sistemas del saber como la biología, la ecología, la geología o la antropología. Rodeado de la materia silenciosa de las pinturas y esculturas, uno puede casi sentir el peligro constante de la vida en relación con la muerte. El imaginario indígena y los movimientos raros pero vitales de los colaboradores actualizan la insistencia animista de que todas las formas de existencia contienen una fuerza vital. Todos los elementos – tanto los cuerpos como los objetos – están impregnados de pigmentos cosméticos, unificando y estabilizando lo animado y lo inanimado, lo humano y lo mineral, lo orgánico y lo sintético. La coloración de los cuerpos – como un virus – confunde y nivela la diferencia entre la vida y la muerte, y opera como un instrumento de transformación, estableciendo un modelo para la fragmentación de identidades culturales, nacionales y de género y la disolución de la falsa dicotomía entre la naturaleza y la cultura.
Sus exposiciones recientes incluyen Obsidian Ladder, comisariada por Olivia Marciano, Marciano Art Foundation, Los Ángeles; Lengua Llorona, Copenhagen Contemporary, Dinamarca; Piedra Quemada, Belvedere, Viena; Cell Echo, Yuz Museum, Shanghái; Lengua de Bartolina Sisa, Travesía Cuatro, Madrid; Jaguar and electric Eels, Julia Stoschek Collection, Berlín; Scar Cymbals, Zabludowicz Collection, Londres; Surrogate Painteen, Peres Projects, Berlín; Ice Chrysocolla, Cabaret der Künstler – Zunfthaus Voltaire, Manifesta 11, Zúrich; Poly Styrene’s Braces, comisariada por Anna Barlow, Art in General, Nueva York; In collaboration with kim?, Contemporary Art Centre, Riga y Sade Room (formerly reclusive), MoMA PS1, Nueva York.
Su obra forma parte de colecciones internacionales como: Collections Solomon R. Guggenheim Collection, Estados Unidos; Zabludowicz Collection, Reino Unido; B.LA Foundation, Austria; Espacio 1414/Berezdivin Collection, Santurce, Puerto Rico; Marciano Art Foundation, Los Ángeles, Estados Unidos; Rubell Family Collection, Miami, Estados Unidos; Sifang Art Museum, Nanjing, China; Yuz Museum, Shanghái, China, entre otras.


















